LO QUE VEMOS Y LO QUE SENTIMOS
El conductismo es una escuela psicológica que sostiene que la psicología debe estudiar, de forma científica, la conducta observable y los procesos del aprendizaje, evitando centrarse en procesos mentales internos (como la conciencia), ya que no son directamente observables. Por ello, la conducta es su principal objeto y base de observación. En cambio, el psicoanálisis defiende que nuestros actos están guiados por pensamientos internos, que se pueden manifestar, cuyas motivaciones y causas no son necesariamente conocidas por el sujeto. De este modo, la conducta pasa a ser el síntoma o efecto de un elemento subjetivo, que condiciona la vida psíquica de los individuos. En consonancia con esta premisa, su método de investigación prioriza el estudio del significado y simbolismo que desencadena estas conductas específicas.
En este ensayo, analizaremos cómo cada corriente entiende el comportamiento del ser humano y su visión sobre este y, a partir de ahí, daremos cuenta de sus semejanzas y diferencias.
Enunciadas, pues, las líneas maestras de ambas escuelas, planteamos la siguiente tesis: si bien el conductismo y el psicoanálisis defienden que el comportamiento humano es evolutivo y puede modificarse según las experiencias y estímulos, el primero no tiene en cuenta la dimensión subjetiva de las conductas y el sentido que puedan tener, por mucho sufrimiento que puedan provocar en quien las hace.
La conclusión a la que nos gustaría llegar, después de desarrollar nuestros argumentos, es poder justificar que ambas son necesarias para estudiar el comportamiento humano, así como mostrar los límites que tiene cada perspectiva en relación a su interpretación sobre la naturaleza humana.
En primer lugar, la principal diferencia entre el conductismo y el psicoanálisis está en cómo interpreta cada corriente el comportamiento humano y las razones que lo originan. El conductismo de Watson y Skinner considera que la conducta es una respuesta observable ante los estímulos del entorno. Desde esta perspectiva, lo importante es lo que puede verse, medirse y repetirse en condiciones controladas. Por eso Watson hablaba del ser humano como una “caja negra”: no importa lo que pasa dentro, sino las respuestas que ofrece ante un estímulo concreto. Este enfoque hace que el comportamiento siempre se interprete desde fuera, y que el cambio depende de modificar el ambiente o las consecuencias. Por ejemplo, el condicionamiento evidencia que si un estudiante recibe elogios cada vez que participa en clase, es más probable que repita esa conducta.
En cambio, para el psicoanálisis, no basta con observar lo que una persona hace; es necesario cuestionarse el sentido que esas acciones tienen para ella. Freud mostró que muchos comportamientos no se explican solo por hábitos aprendidos, sino por deseos reprimidos, conflictos internos o vivencias infantiles que permanecen inconscientes. Así, una conducta no es únicamente una reacción mecánica, sino un síntoma que expresa algo más profundo, como cuando alguien olvida un hecho inconscientemente y resulta que este lo ha querido olvidar por una razón emocional negativa, lo cual recibe el nombre de acto fallido.
De este modo, mientras que el conductismo aspira a la objetividad y a la predicción, el psicoanálisis busca interpretar el significado subjetivo de la conducta. Uno trabaja con lo visible; el otro, con lo oculto. No son dos ideas iguales, sino dos maneras distintas y complementarias de entender cómo somos y por qué actuamos como lo hacemos.
En segundo lugar, ambas corrientes coinciden en que la conducta puede transformarse, pero tienen visiones muy diferentes acerca de cómo y a partir de qué. El conductismo sostiene que el cambio se produce cuando se modifican los estímulos, los refuerzos o las consecuencias de una acción. Si el entorno cambia, cambia también la conducta. Este enfoque se puede observar en el ámbito laboral, donde muchas empresas utilizan sistemas de recompensas o sanciones para moldear la conducta de sus empleados. Cuando un trabajador recibe un reconocimiento o un incentivo económico por cumplir ciertos objetivos, es más probable que repita ese comportamiento. De manera inversa, una sanción o la retirada de un beneficio puede reducir las conductas no deseadas, como llegar tarde o incumplir tareas. El cambio, por tanto, llega “desde fuera”: depende del entorno y de cómo este recompensa o frena nuestras acciones.
Por el contrario, el psicoanálisis entiende que la transformación de la conducta es un proceso interno, más lento y profundo, que consiste en hacer consciente aquello que ha sido reprimido. No se trata simplemente de cambiar hábitos, sino de comprender el conflicto emocional que da origen a la conducta para que el cambio sea duradero. Por ejemplo, una persona que procrastina tareas importantes puede estar evitando, sin saberlo, enfrentarse a sentimientos de insuficiencia o miedo al fracaso. La transformación ocurre cuando la persona puede reconocer ese conflicto y trabajarlo, hasta darle un nuevo significado.
Así pues, si el conductismo busca cambios rápidos y visibles, el psicoanálisis se centra en la vida emocional y en lograr un cambio más profundo, mostrando cómo se transforma la conducta y qué implica para la persona.
En tercer lugar, otra diferencia fundamental entre el conductismo y el psicoanálisis es la manera como entienden las emociones y el origen del trauma. Para el conductismo, las emociones son igual que el resto de conductas, respuestas aprendidas ante estímulos externos que han sido asociados repetidamente a una experiencia concreta. Así, un trauma sería el resultado de un estímulo negativo especialmente intenso o constante que condiciona la respuesta emocional de un individuo. Esta interpretación mantiene la lógica general del conductismo: las emociones se pueden explicar y reeducar modificando el ambiente, reduciendo los estímulos que desencadenan miedo, ansiedad o malestar, y favoreciendo experiencias que generen respuestas más adaptativas. Por ejemplo, si una persona desarrolla fobia a los perros después de haber sido mordida por uno, el conductismo interpretará que este miedo es un aprendizaje ligado, y que podría deshacerse exponiéndose poco a poco al estímulo que lo provocó para ir extinguiendo esta reacción.
Por el contrario, el psicoanálisis sostiene que las emociones no son solo el producto de hábitos aprendidos o estímulos externos, sino que expresan procesos internos, deseos reprimidos y conflictos inconscientes. Desde esta perspectiva, no existe un “trauma objetivo” que afecte a todo el mundo igual. Lo que importa es el significado que aquella vivencia tiene para el sujeto y la manera en que se inscribe en su historia inconsciente. De este modo, lo fundamental es cómo cada persona interpreta y vive la experiencia según su historia. Por eso, dos personas pueden pasar por lo mismo, pero solo una desarrolla un síntoma o reacción intensa. Para el psicoanálisis, el trauma es una vivencia reprimida que el sujeto no ha podido representarse, intenta apartarla de su dimensión consciente, retornado en según qué circunstancias que reproducen aquella situación dolorosa que fue excesiva para su aparato psíquico. A su vez, determinados conflictos psíquicos se dan entre el (verdadero) deseo inconsciente de un sujeto y las restricciones y prohibiciones con las que se encuentra. Dicho conflicto suele manifestarse, luego, a través de síntomas cuyo significado es, de entrada, enigmático para el sujeto.
En resumen, mientras el conductismo interpreta la emoción como una reacción construida “desde fuera”, el psicoanálisis la concibe como una expresión profunda de aquello que la persona ignora de sí misma. Dos visiones complementarias, pero con implicaciones muy diferentes en la manera de entender la experiencia humana y el sufrimiento.
Finalmente, otra diferencia importante entre el conductismo y el psicoanálisis es su manera de entender la naturaleza humana. El conductismo, sobre todo el de Watson y Skinner, considera que los humanos aprendemos igual que los animales: reaccionamos a los estímulos y nos comportamos según las consecuencias que recibimos. Por eso hicieron muchos experimentos con ratas y palomas, y después aplicaban los resultados a las personas. Según esta visión, todos respondemos de manera programable y parecida ante los mismos estímulos, y, por lo tanto, la conducta se puede modificar con recompensas, castigos o hábitos. No hay que tener en cuenta los pensamientos internos ni el inconsciente, sólo aquello que se puede observar.
En cambio, el psicoanálisis sostiene que los humanos no funcionamos solo por estímulos externos. Freud habló de las “pulsiones”, unas fuerzas internas que nacen del cuerpo, pero que se viven mentalmente. Estas pulsiones (como el deseo, la sexualidad o las emociones más profundas) no están predeterminadas genéticamente, sino que cada persona las construye a partir de su historia inconsciente. Por eso el psicoanálisis defiende que no se puede estudiar el comportamiento humano igual que el de los animales: los humanos tenemos lenguaje, simbolismo, conflictos internos y deseos que no conocemos, y todo esto influye en nuestra conducta.
Así, mientras el conductismo busca regular la conducta desde fuera, el psicoanálisis intenta entender qué pasa dentro del sujeto y cómo esto lo condiciona. Por ejemplo, si un trabajador empieza a bajar su rendimiento, el conductismo pensaría que necesita más refuerzos positivos (como elogios o premios) o menos consecuencias negativas. En cambio, el psicoanálisis podría interpretar que este cambio no tiene que ver con el ambiente, sino con un conflicto interno, como que quizás tiene un problema familiar, o simplemente está viviendo una situación emocional desconocida para esa persona.. En este caso, la conducta no se puede explicar solo por lo que pasa alrededor, sino por lo que le pasa interiormente.
En definitiva, estas corrientes aportan diferentes perspectivas sobre el comportamiento humano, pero cada una tiene sus limitaciones. El conductismo se enfoca en lo observable y en modificar estímulos y respuestas, lo que facilita cambiar la conducta de manera directa, pero puede simplificar la complejidad de la conducta, dejando de lado factores emocionales. Por otro lado, el psicoanálisis profundiza en los conflictos emocionales, ofreciendo una comprensión más compleja y duradera, aunque puede resultar especulativo y, por eso mismo, podemos afirmar nuestra tesis.
Así pues, consideramos que no se trata de elegir entre uno u otro, sino de entender cómo ambos enfoques pueden complementarse para lograr una visión más completa del comportamiento humano, cogiendo del conductismo conceptos como las palabras de aliento, las palabras desmotivadoras, los sistemas de recompensas y sanciones como medio para que esa persona sepa cómo reforzar y mejorar su conducta. Y, del psicoanálisis, el estudio que hace sobre el mundo interior de una persona, ya que cada acto tiene un sentido detrás, y trata de entenderlo. Creemos que la clave está en reconocer que cada corriente aporta elementos valiosos y combinarlos puede dar una visión más profunda de por qué actuamos y cómo podemos cambiar nuestra conducta de forma duradera.
Ariadne Guarino i Paula Nailea Solís
WEBGRAFÍA:
Watson y el Conductismo | La guía de Psicología Publicado (26.09.2012)
Conductismo: historia, conceptos y autores principales Publicado (06.02.2017)
Conductismo en psicología: teoría, práctica y autores más influyentes Publicado el (06.10.2023)
La teoría conductista y su aplicación en la educación Publicado el (11.04.2024)
https://www.unir.net/revista/salud/conductismo-psicologia/ Publicado (03.07.2024)
El aprendizaje conductista en el aula | UNIR Publicado (29.08.2024)
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